sábado, 3 de marzo de 2018

DIARIO DE CREACION: El primer esbozo


Nació con prisa, como si mis dedos necesitaran plasmar cuanto antes por escrito todas las ideas y tramas que habían nacido con “El exvoto” para que no se olvidaran. Había una historia que contar y que, a todas luces, no dejaba un cabo suelto y, sin embargo, resultó ser tan escasa como incompleta.

Recuerdo que, cuando empecé a escribir, también anduve curioseando por webs de orientación para escritores noveles porque la impaciencia me llevaba a fantasear con que todo sería fácil, rápido y exitoso. Sin embargo, leí una frase que me llegó al alma: “Pueden pasar hasta dos años para que tu trabajo esté completo”. ¡¿Dos años?! ¡Eso sería para auténticos zoquetes! Yo había escrito mi primera novela en tan solo dos meses, en menos de un año mi obra sería un éxito en las librerías...

¡Pobre iluso!

La llevé a imprimir corriendo conforme descubrí que la había terminado. Porque, esa es otra, no eres tú quién termina una novela, se termina ella solita, y cargado de ilusión comencé a repasarla. Era consciente de que habría errores ortográficos, frases susceptibles de ser mejoradas y hasta pequeñas historias que se podrían haber quedado en el tintero y, entonces, comprendí lo de los dos años.

Las anotaciones se sucedían casi continuamente en cada frase, a un párrafo le faltaba un detalle crucial que estaba anotado en la libreta de las ideas, luego a otro, ¡Y a otro! Aparecían situaciones o cosas que no estaban debidamente detalladas, afirmaciones que no iban acompañadas de una justificación que las sostuviese, errores de bulto... Al lado de cada párrafo se repetía la misma anotación en bolígrafo rojo: “reescribir”. Y lo mismo que, por un lado, me emocionaba la idea de completar la historia, por otro me embargaba la sensación de haber sido demasiado optimista y también la pesadumbre al comprobar que iba a tener que escribir la novela entera de nuevo.

¿Cuál era la equivalencia monetaria del S.XVI? ¿Cuántos maravedíes eran un real de a ocho? ¡¿Qué era un real de a ocho?! ¿Cuáles eran los rezos propios de una comunidad conventual? ¿Cómo se llamaban? ¿A qué hora que se celebraban? ¿Los había puesto bien? ¿Podría el personaje tal haber sido coetáneo del personaje cual? ¿Dónde me había dejado a fulanito? ¿Cuál tenía que ser su papel en la trama?

Demasiados cabos sueltos...

Descubrí que escribir novela histórica suponía un trabajo de documentación extraordinario incluso aunque hubieran datos o situaciones que se quisieran tocar muy de soslayo. ¿Estaba construido tal edificio por aquel entonces?

Entonces el primer esbozo dejó de ser la novela para convertirse en la guía de referencia de la verdadera novela, la que había que volver a escribir.

Me desilusioné y guardé la novela en un cajón; Curiosamente, otra de las cosas que había leído en la web para escritores noveles que acabaría ocurriendo. De hecho, hasta lo recomendaba. Y así pasó que, después de ese par de años, llegó el momento de dedicarle tiempo, mimo y calma al trabajo y, finalmente, aprendí a tener paciencia y llegó el segundo esbozo.

Las buenas ideas no triunfan solo por existir...


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