sábado, 10 de marzo de 2018

De charla con: el VII Duque de Medina Sidonia



Llega cansado. Se sienta en su butacón de siempre y me mira con cara de conocerme de toda la vida, aunque un poco desconcertado. No está acostumbrado a conceder entrevistas; Lógico, en el S.XVI estas cosas no se estilaban. Aguarda a que uno de los criados le sirva una copa de vino y, tras dar el primer sorbo, es él quien comienza el interrogatorio. Es normal, está acostumbrado a ser quien lleva la voz cantante. No en vano es el VII Duque de Medina Sidonia.

̶ Bueno, ¿Qué? ¿Para qué quería verme?  ̶ me pregunta.

̶ Quisiera que me contara su experiencia en “El exvoto”, ¿qué le ha parecido?  ̶̶ le respondo.

 ̶ Ha contado usted cosas que no debería  ̶̶ empieza a responder ̶̶ . Pero, supongo, que eran necesarias para que la gente me conociera y, sobre todo, para que entendiera mi delicada situación.

̶ Sí que lo eran  ̶̶ continúo diciéndole ̶̶ . De hecho, la imagen que, de usted, ha pasado a los anales de la historia es la de un hombre que no hacía más que llorarle a su Rey, reclamándole su reconocimiento. Creí que era conveniente y necesario que la gente supiera las razones que justificaban esa imagen. Porque usted y yo sabemos que no pedía por pedir...

̶ Por supuesto que no  ̶̶ levanta el tono de voz, ofendido. Pero, de inmediato, lo vuelve a relajar ̶̶ . No es fácil ser duque, ¿Sabe? De hecho, no es nada fácil ser el duque de Medina Sidonia. En un reino en el que a los nobles se nos exige tanto, tanto desde las esferas superiores como desde las inferiores, estar en medio de ese fuego cruzado supone un ejercicio de equilibrio que no resulta sencillo ni agradable. El pueblo recurre a mí, cuando no soy el blanco de sus iras, para que resuelva sus problemas porque tienden a pensar que, por mi posición, puedo interceder por ellos y siempre a su favor. Y, por otra parte, el Rey piensa que, por poseer los dominios que poseo, soy lo suficientemente acaudalado como para satisfacer todas sus demandas. Unos por un lado y otros por otro ¿Y qué pasa conmigo? ¿Quién se para a pensar en que soy yo quien tiene que apagar todos los fuegos? Solo me tengo a mí... Bueno, y mi amada esposa que es el mejor regalo que Dios haya podido hacerme. Lo que quiero decir es que no es fácil procurar el bienestar de todos. Me preocupan mis vecinos, quiero que prosperen, pero también me preocupa mi reino porque también quiero que sea próspero. Atender las necesidades de ambas partes supone un desgaste colosal que, siempre, termina afectando a las arcas ducales, por no hablar de mi salud. Es normal que recurra a Felipe en busca de soluciones a mis demandas, él es la autoridad última.

̶ Ergo, en “El exvoto”...

̶ En la novela me retrata tal cual soy... Reconozco que no me gusta que se aireen mis miserias pero, si eso sirve para que para que se me conozca, supongo que debo darlo por bien hecho. No debo avergonzarme de ello, no hay deshonor cuando se asumen las faltas y se paga por ellas  ̶̶ se queda pensativo durante unos segundos ̶̶ . Y, bueno, también es cierto que relata con tino mis aciertos. No hará falta ajusticiarle  ̶̶ ̶̶̶ termina bromeando con una sonrisa.

̶ ¿Repetiría en otro relato?

̶ Sí, no lo dude. Pero, la próxima vez, consúlteme antes de contar nada. Que el disgusto que me llevé al leer “El exvoto” fue menudo. Dé gracias a que Ana y Carmen me hicieron entrar en razón. ¿Qué haría yo sin ellas? Y, ahora, si me disculpa, tengo que dejarle. Lamento no dedicarle más tiempo pero tengo a don Ángel esperando para resolver unos despachos que, como no podía ser de otra manera, hay que enviar a la corte.

Se levanta del butacón y, por un instante, se queda inseguro sin saber cómo despedirse de mí. Amaga el abrazo, luego extiende la mano, vuelve a dudar y, finalmente, se decide por el abrazo; Corto, pero sincero. Luego abandona el salón.

No, no debe ser fácil ser un bonachón y tener que guardar las apariencias y las distancias...

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