domingo, 25 de febrero de 2018

DIARIO DE CREACIÓN: “El collar de Liébana”




Fue, de nuevo, a golpe de wikipedia, como nació la historia de un collar que es una pieza importante en “El exvoto”. Soy de los que piensan que las casualidades no existen y, con este asunto, tuve la ocasión de volver a comprobarlo.

Hilvanando el desarrollo de la trama, nació la necesidad de crear una pista que diera pie a los protagonistas del S.XXI a crear nuevas teorías sobre las que investigar para resolver el enigma que les planteaba la misteriosa pintura que habían recibido. Esa pista fue un collar; Uno que estableciera una relación con la Casa de Medina Sidonia.

Al principio pensé en una joya de la cultura Inca, incluso así se ha quedado reflejado en una de las páginas de mi libreta de las ideas. Pero, como decía, las casualidades no existen y, al final, el collar terminó siendo todo un icono que, trascendiendo generaciones, encerraba una simbología que no solo cumplía con su objetivo de relacionarse con la Casa de Medina Sidonia sino que, además, tenía su propia historia. Tanto es así que “el collar de Liébana” tiene molla como para protagonizar su propia novela.

El señorío de Liébana (Cantabria) se crea en 1480, a la muerte de su última heredera legítima: Leonor Lasso de la Vega. Y digo legítima porque sus siguientes propietarios no fueron los que debían haber sido sino otros. Leonor fue una mujer que se casó dos veces: Primero con Juan Téllez de Castilla y luego con Diego Hurtado de Mendoza. Tuvo descendencia con ambos esposos.

El caso es que fue Juan Téllez, que era nieto del rey Alfonso X “El sabio” (fundador de la devoción rociera) quien poseía la villa de Liébana y por quien lo heredó Leonor. Sería lógico, por tanto, que la hija que ambos tuvieron (que respondía al nombre de Aldonza) fuera quien lo heredara a la muerte de su madre, ¿No? Pues no pasó así.

A la muerte de Leonor, fueron los hijos de su segundo matrimonio (con Hurtado de Mendoza), los que heredaron Liébana. ¡Qué injusto! Tanto es así que Aldonza interpuso pleito contra ellos. Lamentablemente la justicia de Castilla no dio la razón a Aldonza y ratificó (en 1576) que Liébana era para los Mendoza.

¿Y dónde está la simbología del collar? Justo donde desaparecen las casualidades y aparecen los milagros...

Resulta que los hijos de Leonor y su primer marido son los antepasados del duque de Medina Sidonia mientras que, ¡Oh sorpresa! Los hijos de Leonor y su segundo marido son los antepasados de su esposa la duquesa. De manera que Leonor Lasso de la Vega, la última heredera legítima de Liébana, es un antepasado común.

Así que el collar que, en un principio, iba a ser solo una pista, se terminó convirtiendo en una auténtica joya para la trama de la novela. Por el nombre con que está bautizado, ya os podéis imaginar cuántas historias podría encerrar... La definitiva la encontraréis leyendo “El exvoto”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario